Víctor M. García Nieto

Extraído del libro 25 años de la Asociación Española de Nefrología Pediátrica (1973-1998).


1. Donde se narra lo acontecido en los tiempos en que no existía la Pediatría ni la Nefrología

La evolución de la medicina hasta la aparición de los médicos especialistas en las enfermedades de los niños y, posteriormente, de los dedicados a las distintas facetas del modo de enfermar de los niños, ha sido muy lenta.

Durante siglos, los médicos eran lo que hoy llamamos "médicos generales". Dominaban todos los aspectos del saber médico hasta entonces conocido, si bien era lógico que tuvieran predilección por aspectos concretos. Ese debió ser el caso de Arib Ibn Sa'id, médico cordobés del siglo X, que escribió el Libro de la generación del feto, el tratamiento de las mujeres embarazadas y de los recién nacidos (1). El libro consta de 15 capítulos, de los que los ocho primeros se refieren a Obstetricia; los siete restantes son concernientes a temas de puericultura y a las formas de enfermar de los niños. En él, se hace referencia únicamente a tres aspectos de la patología nefrourológica: los cálculos renales, "el niño que se orina en la cama" y la "edad de la circuncisión de los niños".

En aquella época, influenciados por los grandes médicos de la antigua Grecia, especialmente Hipócrates, se creía que la causa de los cálculos, muy frecuente alrededor de los tres años de edad, estribaba en "que sobrepasan el régimen en la alimentación después del destete y acumulan en su cuerpo humores abundantes y crudos que descienden hasta la vejiga y se desecan con el calor que domina mucho en esta edad. Esto da lugar a un cálculo, debido a que el cuello de la vejiga del niño es estrecho y no puede salir por él la materia espesa, petrificándose aquellos materiales". Para el tratamiento de los cálculos vesicales, "beberá agua de achicoria y de anís y medicamentos parecidos, que hacen fluir la orina y disolver los cálculos". Si no esto no diera resultado, "se tratará la piedra con maniobras para sacarla a través de la uretra de donde está depositada y si no da resultados se hará una incisión y se sacará la piedra". La enuresis nocturna también tenía su tratamiento: "Cuando el niño se orina en la cama tomará cocimiento de ruda montaña y le será eficaz si Dios quiere".

No tenemos referencia a nuevos tratados de enfermedades de los niños escritos en nuestro país hasta el Renacimiento. El siglo XVI, según Luis Granjel, constituye "una de las más brillantes etapas de la Medicina española" (2).

Pedro Jacobo Díaz de Toledo publicó en 1538 su obra Opusculum recens natum de morbis puerorum, que se considera como el primer tratado español dedicado a las enfermedades de los niños. Dos de los capítulos están dedicados a la hidropesía y a las alteraciones de la micción.

Luis Lobera de Avila, médico al servicio de Carlos I, escribió el Libro del régimen de la salud, y de la esterilidad de los hombres y mujeres, y de las enfermedades de los niños, y otras cosas utilísimas (Valladolid, 1551). Los capítulos XIV a XLI se dedican a las enfermedades de los niños (3). Los temas son diversos como la epilepsia ("que es gota coral o alferecía"), la perlesía (parálisis), el espasmo, el asma o las lombrices, pero ninguno de ellos se refiere a las enfermedades renales de los niños.

Luis Mercado, catedrático de Valladolid y médico de cámara de Felipe II y Felipe III y autor de un magistral tratado sobre "el garrotillo", escribió un tratado de patología infantil titulado De puerorum educatione, custodia & prouidentia, atque de morborum, qui ipsis accidunt, curatione, libri duo (1611), en el que se tratan diversos temas pediátricos como "la supresión de la orina" (2).

Pero el gran tratado de la época sobre las enfermedades de los niños es el que editó en Zaragoza, en 1600, el médico aragonés Gerónimo Soriano, titulado Método y orden de curar las enfermedades de los niños (4). Tres de los 39 capítulos de los que consta el libro se refieren a la orina: "De la hinchazón de todo el cuerpo o de parte alguna dél" (cap. XV), "De la excoriación, escaldadura y sahorno a causa de la orina" (cap. XXIX) y "Del mal de piedra, de urina y de arenas" (cap. XXXIV).

El capítulo XV, junto con el referido en el libro de Díaz de Toledo, es una de las primeras descripciones del síndrome nefrótico en la niñez: "Topa a veces un hombre con unos niños tan hinchados y entumecidos, que tocándolos con los dedos, se les hacen unos hoyos aunque no tan profundos como en el edema. La causa desta hinchazón es acuosidad densa y ventosidad echada de naturaleza afuera entre cuero y carne, y otras veces debajo las membranas que cubren los huesos, y otras veces en medio dellas y del peritoneo, lo cual procede de sobra de alimento que toma el niño, en cantidad o en calidad, y así sucede la acuosidad gruesa y densa, y por flojeza del calor, la ventosidad y naturaleza los expele a las partes dichas, y así se entumecen e hincha el cuerpo o partes algunas dél". El autor observó la oliguria de estos pacientes: "Muchísimas veces se les hincha la barriga por detención de urina". El tratamiento recomendado era el siguiente: "Si tuviere el niño hinchado todo su cuerpo, o parte alguna dél, toma de saúco y brotecillos de yezgos, la cantidad que quisieres, cuécelo todo en vino blanco, que será muy bueno".

En otro capítulo, Soriano intenta explicar la razón por la que los cálculos en los niños son más frecuentes en la vejiga que en los riñones: "De donde aunque estos humores gruesos lleguen a los riñones, por causa del calor innato tan abundante que los niños tienen y la facultad natural tan robusta, se disuelven allí, y con facilidad los expelen los riñones a la vejiga, la cual es membranosa y casi exangüe y tiene gran capacidad, por lo cual, los humores se detienen en ella y se espesan y convierten en piedra". También resume la clínica que da esa piedra en la vejiga o, dicho de otro modo, "las señales que muestran haberla": "Estas son una comezón en los miembros genitales y se les refregan y rascan a menudo, y a veces se les entumecen y tienen continua gana de mear y mean poco, y aquello, gota a gota". El proceso de curación incluía un baño caliente y la administración de un tratamiento tópico: "Luego como les vieres con tal enfermedad báñalos en cocimiento de malvas, de malmavisco, de linojo y de parietaria, que es la yerba del muro, dicha de los médicos helxine. Después dales algo para que mueva a urina. Finalmente, cuando le acostares para que se aduerma, le untarás en derredor de los testículos y partes vergonzosas con aceite, y darle has para que beba un poco de agua de morabacos con leche" (4).

Ya entrados en el período del Barroco, los nuevos textos sobre enfermedades de los niños no hacen aún referencia a nuevos trastornos renales. Así, Francisco Pérez Cascales, autor del Liber de affectionibus puerorum (Madrid, 1611) escribió sobre la supresión de orina y la litiasis. Asimismo, Juan Gallego Benítez de la Serna, médico de cámara de Felipe III, que escribió Opera Physica, Medica, Ethica, quinque Tractatibus comprehensa (Lugduni, 1634), en su tratado tercero, también se refiere a la calculosis aunque introduce un nuevo concepto, su componente hereditario (2).

A diferencia de lo que muestra la literatura española de los siglos XVI y XVII, la literatura médica del setecientos no recoge ningún texto consagrado a exponer, de modo sistemático, la patología infantil. Durante esta centuria, los escritos pediátricos constituyen descripciones monográficas o capítulos de obras generales de medicina. En las Universidades, los problemas relacionados con la patología infantil son estudiados con la medicina general y en los Reales Colegios de Cirugía, la enseñanza de las enfermedades de los niños forma parte de la Tocoginecología (2).

Una descripción de las principales enfermedades infantiles, aparece en la obra de Francisco Rubio titulada Arte de conocer, y de curar las enfermedades por reglas de observación, y experiencia, para la juventud médica (5). Además de tratar de la litiasis vesical, el Libro Primero, Capítulo Segundo, Distinción II, titulado "Observaciones sobre las orinas morbosas", es un tratado de uroscopia o "uromancia". La definición de orina es digna de recogerse: "Orina, se llama aquel humor excrementicio natural, que arrojan los vivientes, y que separan los riñones de la masa común de la sangre, y es conducido à la vejiga por los ureteres, y se arroja fuera por la via comun". El apartado en cuestión consta de 51 pequeñas secciones, de las que vamos a recoger la número 39: "La materia visible que se observa en la orina fria, y reposada, à manera de un polvo pesado en el fondo del orinal, y se produce de la materia cruda, critica, ò morbosa, se llama sedimento, el qual segun la variedad en la quantidad, qualidad, y color, demuestra muchas señales apreciables para el conocimiento, y el pronostico".

La educación de los médicos españoles en el conocimiento de las enfermedades en la infancia en la primera parte del siglo XIX se debió a traducciones al castellano de obras francesas como las de Capuron, Barrier o la de Rilliet y Barthez. La enseñanza universitaria de la patología infantil figuraba adscrita a las cátedras de Obstetricia. La enseñanza de la patología infantil, confiada a tocólogos, adolecía graves deficiencias (2). Favoreció el desarrollo de la Pediatría durante los decenios finales de la centuria, la preocupación de que en un buen número de médicos españoles suscitaban los problemas etiopatogénicos y terapéuticos de las enfermedades infecciosas, la tuberculosis infantil, las enfermedades respiratorias y los procesos meningoencefalíticos. En todo caso, los médicos con especial interés por las enfermedades de la infancia debieron sentir la necesidad de desligarse de la Ginecología y de constituir una nueva especialidad dedicada por entero a los problemas propios de la patología infantil. Así, en menos de 10 años, se creó la primera revista pediátrica, el Boletín de la Sociedad Protectora de los Niños (Madrid, 1879), se inauguró el Hospital del Niño Jesús (Madrid, 1881) y el 16 de septiembre de 1886 se publicó el Real Decreto por el que se creaban las cátedras de Enfermedades de la infancia.


2. Donde se narra lo acontecido después de la aparición de la Pediatría y antes del inicio de la Nefrología

En 1887, el profesor Criado Aguilar es nombrado catedrático de Pediatría de la Facultad de Medicina de Madrid. En 1888 se celebran las primeras oposiciones a cátedra de la especialidad en las Facultades de Barcelona, Valencia y Granada, siendo nombrados para regentarlas, los Dres. Iranzo y Simón, Gómez Ferrer y Martínez Vargas, respectivamente. Aparecen nuevas revistas pediátricas como la Revista de Enfermedades de Niños (Madrid, 1882), Hospital de Niños (Madrid, 1888) o la Revista de Enfermedades de la Infancia (Barcelona, 1890). Se fundan nuevos Hospitales de Niños como el Hospital-Asilo de San Rafael (Pinto, 1892), el Hospital de Niños Pobres de Barcelona o el Hospital de Niños de Santa Cruz de Tenerife (1901). Ya en 1914 se celebra en Palma de Mallorca el Primer Congreso Español de Pediatría.

Entonces, se empieza a retomar la experiencia de antaño y se escriben textos pediátricos como el Tratado de las enfermedades de los niños escrito por Francisco Criado Aguilar (1884) o el Tratado de Pediatría publicado por Andrés Martínez Vargas (1915).

No obstante, a principios del siglo XX, se seguían leyendo textos pediátricos franceses o alemanes. Así, por ejemplo, en 1917 se tradujo al castellano el Manual de enfermedades de los niños escrito por E. Apert, prestigioso pediatra del Hôpital Enfant-Malades de Paris. En su capítulo IX (Enfermedades de los órganos génitourinarios) se hace referencia únicamente a seis temas "nefrourológicos": albuminuria, nefritis, tuberculosis renal, sarcoma de riñón, micciones nocturnas involuntarias y vulvitis (6).

En cambio, los libros de la época de origen alemán eran más exhaustivos. El Tratado de enfermedades de los niños escrito en 1913 por el Profesor de la Universidad de Berlín, Bern Bendix, contiene un capítulo (VI) titulado "Enfermedades del aparato urogenital" dividido en dos secciones: Enfermedades del aparato urogenital y Enfermedades de la vejiga urinaria, de la uretra y de la vagina. La primera de ellas esta dividida en ocho temas: Infarto úrico del recién nacido, Hidronefrosis congénita y adquirida, Hiperemia renal, Nefritis parenquimatosa aguda, Nefritis crónica, Pielitis y pielonefritis, Cálculos renales y Enfermedad de Addison. En la segunda sección aparecen temas tan sorprendentes para nuestra visión actual como "Difteria y noma de la vulva" y "Blenorragia de las niñas" (7).

El Tratado de enfermedades de los niños publicado en 1924 "bajo la dirección" del Profesor Feer de la Universidad de Zurich, es uno de los primeros ejemplos de textos escritos en colaboración, en cuya redacción participaron hasta diez autores. El capítulo VIII titulado "Enfermedades del aparato urogenital", escrito por C. Noeggerath, contiene 19 temas. Algunos de ellos no se citaban en los textos anteriores como la uremia o la diabetes insípida (8). Adviértase como aún no aparecen otros conceptos como las tubulopatías complejas o la hipertensión arterial.

Los "nuevos" médicos pediatras españoles también intentaron diagnosticar y tratar las enfermedades renales de sus jovenes pacientes y conocemos sus experiencias por las publicaciones que nos han legado en distintas revistas pediátricas. Dividiremos la producción que hemos recogido por temas:

a) Litiasis

Andrés Martínez Vargas, entonces catedrático de Pediatría de Granada, comunicó en 1890 en The Archives of Pediatrics el caso de un niño de tres años con un cálculo adherente vesical (9) (Figura 3). Este trabajo es, seguramente, el primero publicado por un pediatra español en lengua inglesa (10).

Ese mismo año, el Dr. Pagés publicó en la Revista de Enfermedades de la infancia el trabajo titulado "Consideraciones sobre la cistitis calculosa en la infancia" (11). Es magistral su descripción de la clínica del cálculo vesical: "Una vez declarada la cistitis calculosa vese á los niños en los actos de la micción retorcerse sobre sí mismos, lanzando gritos y sollozos á la terminación, y malaxándose fuertemente el prepucio para acallar los reflejos vesicales.... En marcha le vereis constantemente con una mano en el bolsillo, mil veces roto, presto á malaxarse el glande para acallar los dolores que motivan un pavimento desigual".

Las demás publicaciones que hemos recogido proceden de una época posterior a la guerra civil española.

Siguiendo la costumbre de la época de escribir artículos larguísimos (12), Garrido-Lestache, cirujano del Hospital del Niño Jesús, publicó un trabajo de 19 páginas de extensión escrito a partir de una casuística basada en diez niños con cálculos vesicales (13). Antonio Valverde, urólogo del Sanatorio Infantil del Santo Angel de Córdoba hace referencia, seguramente por primera vez en nuestro país, a la hipercalciuria idiopática como un trastorno con entidad propia (14,15). Un número del volumen 4 del Boletín de la Sociedad Castellano-Astur-Leonesa de Pediatría es, seguramente, el primer número monográfico dedicado en nuestro entorno al tema de la litiasis infantil (16). En él, Enrique Jaso, a la sazón Profesor de la Escuela Nacional de Puericultura de Madrid, publicó el que seguramente es el primer caso de oxalosis descrito en un paciente pediátrico en nuestro país (17); conocemos una referencia previa de un caso con un trastorno similar en un adulto, editado en 1926 (18). En fin, Gosalbez y Sole-Balcells publicaron ese mismo año de 1963 una amplia revisión sobre el tema en Archivos de Pediatría (19).

b) Nefrosis y Glomerulopatías

Las referencias encontradas dedicadas a este tema son relativamente tardías. Una referata de 1932 muestra como la evolución de dos casos de "nefrosis pura" fue de 10 meses y tres años, respectivamente; además de la restricción de líquidos, el tratamiento consistía en la administración de preparados tiroideos (20). En el libro Terapéutica Infantil de García del Real publicado en 1934, se recomendaba un régimen aclorurado y lácteovegetal, pero en caso de "amenaza de uremia comenzaremos por aplicar cataplasmas a la región renal; pero tan pronto como aparezcan los síntomas es preciso recurrir a la sangría, que puede algunas veces ser difícil en los niños pequeños" (21).

Las publicaciones de los años 50 manifiestan ya la eficacia del tratamiento de la nefrosis con prednisona (22), tratamiento no exento de riesgos (23) y la aparición de los preparados endovenosos de seroalbúmina para tratar el edema (24).

A finales de los años 40, aparecen ya las referencias al tratamiento de la glomerulonefritis aguda con penicilina (25), sin olvidar una causa muy frecuente de glomerulonefritis post-estreptocócica en aquel momento, la escarlatinosa (26). Un articulo muy curioso de los años 50 muestra el caso de una niña con oliguria por nefritis escarlatinosa asociada a "una profunda diaforesis que bañaba todo el cuerpo" que "tiene todo el valor de una micción dérmica vicariante" (27).

Además, se publicaron artículos acerca del tratamiento de la glomerulonefritis "pasada su fase aguda" (28) y se empezaba a estudiar en los años 60 la histología de la glomerulonefritis aguda (29).

c) Infecciones urinarias

En la época preantibiótica, el tratamiento de las infecciones urinarias se realizaba con "vacunas anticolibacilares" (30), con muy buen resultado, por cierto (31).

En las publicaciones sobre el tema de finales de los 40, la terapéutica de las "colibacilurias infantiles" se basaba en el uso de estreptomicina (32).

En 1949, según Sainz de los Terreros, dentro de los esquemas terapéuticos de las "pielitis del lactante", figuraba un amplio arsenal de remedios como las sulfonamidas, "la dieta cetógena", el ácido mandélico y los mandelatos, "el lavado de vías urinarias", la penicilina y la estreptomicina" (33). Respecto al uso de la penicilina, el autor comenta que la mayoría de de las pielitis del lactante "reconocen como agente causal el bacterium coli, y tal clase de microorganismo no es atacada ordinariamente por el excelente antibiótico. En cambio, cuando es único o predominantemente causante otro microorganismo como, por ejemplo, el estreptococus fecalis, el estafilococo o el proteus, entonces se obtiene éxito con la cura penicilínica". Por otra parte, ya entonces se empezaba a escribir sobre las frecuentes resistencias a la estreptomicina. Como curiosidad, la extensión del artículo que comentamos es de 23 páginas (33).

d) Hipertensión arterial

En 1932, Enrique Jaso y M. Tercero, del Instituto Provincial de Puericultura de Madrid, estudiaron los valores de la "presión media o dinámica" en la infancia determinando que "su valor oscila entre 9 y 9.5 centímetros" pareciendo que su valor "se deja influenciar en igual sentido con el aumento en peso y talla" (34).

A partir de los años 40 se empiezan a publicar artículos de hipertensión arterial secundaria a pielonefritis (35) o a la existencia de riñones atróficos (36).

e) Uropatías

Hemos recogido artículos de los años 20 y 30 concernientes a hidronefrosis congénita (37,38), estenosis ureterovesical (diagnosticada en la edad adulta) (39), extrofia vesical (40) y de reflujo vesicoureteral también diagnosticado en la edad adulta (41).

f) Tubulopatías

Angel Ballabriga publicó en 1954 el primer caso nacional de cistinosis (42). Se trataba de una niña de siete años con un "enanismo nefrósico glucosúrico con raquitismo hipofosfatémico en fase de insuficiencia renal". En el texto aparecen las imágenes de los cristales de cistina observados en la biopsia conjuntival y en el examen de médula ósea. El mismo autor comunicó en 1957 un caso de acidosis tubular distal hipotasémica asociada a glucosuria normoglucémica, hiperaminoaciduria y dilatación de vías urinarias ¿por la poliuria? (43).

En 1962, Torres Marty, Callís y Castelló comunicaron otro caso de acidosis tubular distal primaria en una niña de tres años de edad con acidosis metabólica hiperclorémica, defecto de concentración, hipercalciuria y nefrocalcinosis (44).

g) Pruebas funcionales renales

La Medicina de los Niños fue una revista pediátrica fundada en 1901 por Andrés Martínez Vargas que dejó de ser publicada al comienzo de la guerra civil española. Fue el órgano de expresión de la Cátedra de Pediatría de la Facultad de Medicina de Barcelona. En 1905, Isidro Marca Ripoll, alumno de la cátedra, publicó en tres entregas un extenso artículo sobre las pruebas de función renal entonces desarrolladas y que eran conocidas como pruebas de "permeabilidad renal" (45). El trabajo "estaba basado" en los capítulos 1º y 2º del libro que había publicado sobre ese tema ese mismo año Joaquín Albarrán, urólogo cubano que estudió en Barcelona y que desempeñaba el cargo de Profesor Agregado de la Facultad de Medicina de Paris (46). Este libro titulado Exploration des Fonctions Rénales. Etude Médico-Chirurgicale es seguramente el primer tratado sobre pruebas funcionales renales de la historia. Volviendo al artículo en cuestión, en él se explican tres pruebas funcionales como las de estímulo basado en la capacidad de eliminación urinaria de ciertas sustancias colorantes como el azul de metileno o el yoduro potásico y la prueba de la glucosuria experimental inducida tras la administración de floridzina (45).

Sabiendo que los niveles de urea estaban elevados en la insuficiencia renal, empezaron a concebirse fórmulas que relacionaban las concentraciones de urea en sangre con las de la orina. Antes de llegarse al concepto de los aclaramientos, se idearon otras fórmulas, ahora impensables, como la constante uréica de Ambard (47).

Más adelante, en los trabajos relacionados con tubulopatías se mencionan pruebas más avanzadas destinadas a estudiar tanto la función glomerular renal como la tubular. Entre las primeras, podemos citar el aclaramientos de urea o de hiposulfito sódico, este último realizado según la técnica de Loisleur (43), o la sobrecarga de creatinina (prueba de Sundal) (43). Entre las segundas, destacamos la prueba de concentración realizada con estímulo de pitresina (43), el test de dilución-concentración de Volhard (44), la prueba de acidificación con cloruro amónico (44) o la "prueba de la fosfaturia provocada" tras administración de PTH (prueba de Howard y Ellsworth) (43).

Al final de este apartado dedicado al estudio de las enfermedades renales infantiles en nuestro país después de la aparición de la Pediatría y antes del inicio de la Nefrología, debe mencionarse el libro Nefropatías en la infancia, escrito en 1945 por el profesor Gregorio Vidal Jordana dentro de la colección Biblioteca de Actualidades en Medicina Práctica (48). Aparte de los libros de resúmenes de las Reuniones Nacionales de Nefrología Pediátrica y de los correspondientes a los cursos de actualización en la especialidad que se han impartido a lo largo de los años en Barcelona y Oviedo, fue el único Tratado escrito en España dedicado íntegramente a la Nefrología Pediátrica, hasta el año 2000. Vidal Jordana, nació en Zaragoza en 1896, se licenció en Medicina en su ciudad natal en 1918 y fue nombrado catedrático de Pediatría de Valladolid en 1926 y de Barcelona en 1933. Director del Hospital Clínico de Barcelona durante la guerra civil, al finalizar ésta fue destituido de sus cargos por su posición ideológica (49). El texto, una auténtica joya para los interesados en el tema, consta de 12 capítulos en los que se recogía el saber de la época:

I. Generalidades

II. Fisiopatología renal en la infancia

III. Nefritis agudas

IV. Nefritis crónicas

V. Raquitismo o infantilismo renal

VI. Nefrosis

VII. Infecciones renales

VIII. Tuberculosis renal

IX. Sífilis renal

X. Malformaciones congénitas

XI. Calculosis renal

XII. Tumores renales


3. Donde se narra lo acontecido cuando, por fin, se inició la Nefrología

La década de los años 50 se caracterizó por la explosión de nuevos conocimientos en el área del riñón (50). La fisiología renal progresaba gracias a la técnica de stop-flow; el médico cubano Pérez Ara desarrolló la técnica de la biopsia renal percutánea (51). El estudio histológico de las glomerulonefritis evolucionó gracias a la contribución, entre otros, de la Dra. Renée Habib (52). W. Kolff desarrolló el riñón artificial para el tratamiento de la insuficiencia renal aguda; los equipos de J. Hamburger en Paris y de J. P. Merril en Boston realizaron los primeros trasplantes renales con donante vivo consanguíneo y Scribner publicó por primera vez en 1959 un trabajo acerca del tratamiento mediante hemodiálisis de los pacientes con fracaso renal crónico.

Esa avalancha de nuevos conocimientos y el acuerdo de los distintos pioneros condicionó que en 1960 se creara la Sociedad Internacional de Nefrología, acuñándose además el nuevo término, y en 1963 la Asociación Europea de Diálisis y Trasplante (EDTA) (50).

En Cataluña, Revert, Piera y Olmos crearon en el Hospital Clínico de Barcelona la primera Unidad de Regulación Humoral y Diálisis. En el Hospital de Santa Cruz y San Pablo de Barcelona, Rotellar realizó la primera hemodiálisis en España (1957). En la Fundación Jiménez Díaz, Hernando creó el primer Servicio de Nefrología en 1962 y Caralps, miembro de la cátedra de urología de Barcelona realizó el primer trasplante renal en 1965 (50). En 1964, se creó la Sociedad Española de Nefrología.

Los jovenes "nefrólogos" viajaban para perfeccionar sus conocimientos a EEUU (Boston y Cleveland) y sobre todo a Francia, especialmente a los Hospitales Necker-Enfants Malades (J. Hamburger y P. Royer), Edouard Herriot (J. Traeger), Pitié-Salpétrière (M. Legrain) y Saint Louis (J. Dausset). Esto último fue posible gracias a las becas proporcionadas por la Embajada de Francia en España y a la acogida de los hospitales franceses.

Dos jóvenes médicos, Luis Callís y Juan Rodriguez Soriano también accedieron a esas becas para desplazarse a Paris. Ambos acudieron al Hôpital des Enfants Malades, en la Clinique des Maladies du Rein et du Métabolism dirigida por el Profesor Pierre Royer.

A su vuelta, en 1963, Luis Callís se integró en la Unidad de Nefrología del Hospital Clínico y Provincial de Barcelona. En 1966, al ser inaugurado el Hospital Infantil de la Ciudad Sanitaria de la S.S. de Barcelona, organizó el primer Servicio de Nefrología Pediátrica del país, iniciando en 1970 la hemodiálisis periódica. Sus primeros colaboradores fueron Francisco Castelló, Ángel Vila, Alfredo Vallo y Gladys de Fortuny. La actividad de dicho equipo se vió reflejada en numerosas publicaciones nacionales (29, 44, 53) e internacionales (54, 55).

Juan Rodríguez Soriano que, durante su estancia en Paris, había publicado ya varios articulos relevantes (56, 57), se trasladó al Albert Einstein College of Medicine de Nueva York donde junto al Profesor Edelmann se dedicó preferentemente a los trastornos patológicos relacionados con el equilibrio ácido-base (58-60) y donde describió una nueva entidad, la acidosis tubular proximal renal (58). A su vuelta de EEUU, después de una estancia en Barcelona, fue nombrado Jefe del Departamento de Pediatría de la Ciudad Sanitaria "Enrique Sotomayor" de Bilbao y junto con Alfredo Vallo crearon la Sección de Nefrología Pediátrica de dicho Hospital.

En 1967, se fundó en Glasgow la European Society for Paediatric Nephrology (ESPN) (52), al tiempo que se celebraba la 1ª Reunión, organizada por Gavin Arneil. Se estaban poniendo los cimientos para la aparición de una nueva Sociedad.


Bibliografía

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