Juan Rodríguez Soriano nació en Barcelona el 5 de marzo de 1933. Realizó los estudios de Medicina en la Universidad de Barcelona que finalizó en 1956 y en los que obtuvo el Premio Extraordinario de Licenciatura y del Doctorado. Tras unos años de formación pediátrica general en el Servicio de Pediatría del Hospital Clínico de Barcelona, obtuvo en 1959 una beca para continuar su formación en el Servicio del prestigioso pediatra francés Pierre Royer en el Hôpital des Enfants Malades.
De los comienzos de la nefrología pediátrica y de su estancia en Paris, conservamos afortunadamente sus propias reflexiones [1]:
“¿Dónde y cuándo nació la nefrología pediátrica? Evidentemente, no se puede situar un lugar ni poner una fecha exacta, pero en mi opinión su nacimiento tuvo lugar en Paris, coincidiendo con el Curso Internacional que sobre este tema y bajo el patrocinio del Centro Internacional de la Infancia organizó el Prof. Pierre Royer en febrero de 1961. Ni que decir tiene que fue la primera ocasión en que pediatras de numerosos países fueran convocados a un curso exclusivamente dedicado al diagnóstico y tratamiento de las enfermedades renales en el niño. Debe mencionarse, por otra parte, que varios participantes en este curso contribuyeron posteriormente a organizar la nefrología pediátrica en sus respectivos países: Karl Schärer en Alemania, Hayim Boichis en Israel, Luis María Callís y yo mismo en España, etc. Evidentemente en otras partes del mundo, y especialmente en el Hospital Infantil de México, también empezaba a prestarse especial atención a esta patología, pero aún no se había creado un cuerpo unitario de doctrina. El Prof. Royer tenía a su cargo, en el Hôpital des Enfants Malades, unas pocas camas dedicadas, fundamentalmente, a enfermedades metabólicas y hereditarias. La publicación de una ponencia sobre Troubles héréditaires du tubule rénal chez l´enfant, firmada conjuntamente por Pierre Royer y Henri Lestradet, me había especialmente impactado, por lo que solicité la concesión de dicha beca. Recuerdo nítidamente mi llegada a París en los primeros días de octubre de 1959 y el contacto con mi primer enfermo, afecto de síndrome hemolítico-urémico. Aunque la patología renal era una de las muchas que nos ocupaban, diversos hechos contribuyeron a que se prestase a la misma una especial atención. En el cercano Hôpital Necker, en el Servicio del Prof. Jean Hamburger, estaba naciendo la nefrología como especialidad diferenciada de la medicina interna y los intercambios entre ambos hospitales eran continuos. La biopsia renal percutánea se había empezado a realizar en niños desde su descripción a inicio de los años 50 y la clasificación patológica de las nefropatías infantiles era aún un capítulo abierto. Las sesiones conjuntas de correlación anatomopatológica, dirigidas por la Dra. Renée Habib, persisten imborrables en mi memoria. De las discusión de las biopsias renales de cientos de enfermos, niños y adultos, surgieron nuevos síndromes, hoy día universalmente reconocidos: la microangiopatía trombótica (base anatomopatológica del síndrome hemolítico-urémico), la esclerosis segmentaria y focal, la esclerosis mesangial difusa, la glomerulonefritis membranoproliferativa, la hipoplasia oligomeganefrónica, la hipoplasia segmentaria, etc. Recuerdo que el Prof. Hamburger era especialmente escéptico en la aceptación de estos nuevos síndromes nefrológicos infantiles, lo que obligaba a Pierre Royer y a Renée Habib a extremar los argumentos, sesión tras sesión, para conseguir convencerle de su identidad clínica. ¡Qué privilegio haber asistido durante tres años a aquellas discusiones entre maestros de la Medicina!... En aquellas grises tardes invernales de París, encerrado en el laboratorio que dirigía Henri Lestradet, aprendí que la nefrología, además de en la anatomía patológica, debía también sustentarse en una segunda columna: la bioquímica. El desarrollo de técnicas de estudio del equilibrio ácido-básico me permitieron poco tiempo después, ya en Estados Unidos, describir un nuevo tipo de acidosis tubular renal”.
En su periodo parisino, publicó diversos artículos, en general, relacionados con diversas tubulopatías [2-4].
Posteriormente, se trasladó a Estados Unidos. En el Hospital y Colegio de Medicina Albert Einstein de Nueva York, continuó su carrera docente e investigadora. También, de este periodo disponemos afortunadamente de sus propias palabras [1]: “En el terreno de la fisiopatología de las enfermedades renales el liderazgo fue pronto asumido por el grupo de Nueva York. El Prof. Henry Barnett, que ocupaba el puesto de chairman de Pediatría en la Escuela de Medicina Albert Einstein, había sido discípulo de Homer Smith y había aplicado por primera vez, durante los años 50, las técnicas de aclaramiento de inulina al recién nacido y prematuro. Su alumno Chester Edelmann comenzó a desarrollar la nefrología en dicho Departamento a inicios de los años 60 con un marcado enfoque en la investigación de la función renal neonatal. Conocedor de estos hechos y, gracias al apoyo del Prof. Royer, pude incorporarme a dicho grupo en enero de 1963 como uno de sus primeros becarios. La labor de investigación clínica desarrollada en estos años fue, sin duda, fructífera, como lo demuestra la protocolización de diversas pruebas de estudio de la función renal, el estudio de los mecanismos de acidificación urinaria [5, 6] y concentración renal en el recién nacido [7], la descripción de la acidosis tubular renal proximal como una entidad patofisiológica independiente [8], la descripción de una nueva técnica de biopsia renal mediante control fluoroscópico simultáneo, etc. Debe señalarse que el conocimiento de la fisiología renal del recién nacido y lactante no era aún un hecho extendido en los servicios de pediatría. ¿Cómo entender sino el drama que tuvo lugar en España y otros países occidentales por el uso indiscriminado de fórmulas infantiles excesivamente ricas en proteínas y solutos?”. En 1967 publica en el Pediatric Research su trabajo sobre la acidosis tubular proximal, hallazgo que marcó toda su vida profesional [8]. En una publicación posterior del grupo de New York se supo que esos pacientes eran portadores de un cuadro transitorio [9]. El Dr. Soriano sospechaba que se trataba de una inmadurez del intercambiador Na+-H+ (NHE-3) [10]. El Dr. Jose Grunberg, ilustre nefrólogo pediátrico de Uruguay, nos ha recordado estos días que Henry Barnet, consideraba a Juan como a uno de sus grandes discípulos junto a Edelman, Boichis y Spitzer.
En septiembre de 1967 estuvo en Glasgow donde se fundó, presidida por Gavin Arneil, la Sociedad Europea de Nefrología Pediátrica. Asimismo, en diciembre de 1968 acudió a Guadalajara, México, donde se fundó y tuvo lugar la primera reunión de la Sociedad Internacional de Nefrología Pediátrica. Coincidiendo con este evento tuvo lugar en Puerto Vallarta la primera reunión del Grupo Internacional de Estudio de las Enfermedades Renales de los Niños, presidido por Henry Barnett. Fruto de esta colaboración internacional fue la clasificación anatomopatológica del síndrome nefrótico publicada en 1970 por Churg, Habib y White (11).
Regresó a Barcelona en el año 1967, siendo Jefe Clínico en el Hospital Infantil Vall d´Hebrón hasta 1970. Allí conoció a Mª Jesús Vita, radióloga infantil, que sería su inseparable mujer y madre de sus tres hijos.
En 1970, se hizo cargo del Departamento de Pediatría del hoy Hospital Universitario de Cruces en Barakaldo, Bizkaia, dónde permaneció hasta su jubilación en 2003. Desde el hospital de Cruces donde realizó su labor asistencial, docente e investigadora, lideró un grupo de entonces jóvenes pediatras, muchos formados en EE.UU. como él, que impulsaron la asistencia pediátrica especializada y potenciaron la formación de subespecialistas pediátricos en nuestro país. Siempre con una visión amplia e imprescindible de la pediatría general como base, Juan formó a más de 300 pediatras, que recibieron sobre todo su ejemplo de honestidad y buen quehacer profesional. Sus increíbles dotes docentes, conocimientos pediátricos, capacidad de análisis y de llegar al diagnóstico correcto, han sido reconocidas por todos.
Junto a 18 pediatras españoles mas, fundó en 1973 la Sección de Nefrología Pediátrica de la Asociación Española de Pediatría, mas tarde Asociación Española de Nefrología Pediátrica, de la que fue presidente desde 1976 a 1981.
En los años 70, 80 y principios de los 90, siguió investigando y publicando, preferentemente, sobre pruebas de función renal (12-17) y diversas tubulopatías (18-25). De esta ingente producción queremos destacar su interés en demostrar la utilidad de los métodos de aclaramiento durante una diuresis salina hipotónica, una prueba funcional destinada a estudiar el manejo tubular renal del agua, Cl – y Na+, [12, 14, 18]. Asimismo, es necesario recordar su demostración de que en lactantes con acidosis tubular renal distal podía existir una pérdida asociada de bicarbonato [18]. A finales de los 80, cuando aún no se disponían de las técnicas de biología molecular, la clasificación de las hipomagnesemias de origen genético era un dilema. En una revisión publicada en Pediatric Nephrology separó tres entidades, hipopotasemia familiar” (por entonces, la enfermedad de Gitelman se confundía, con frecuencia, con el síndrome de Bartter) y la “hipomagnesemia-hipercalciuria familiar” (mas tarde, hipomagnesemia familiar con hipercalciuria y nefrocalcinosis) [23]. En este momento, es necesario recordar a su gran colaborador, el Dr. Alfredo Vallo Boado. Los que tuvimos la suerte de compartir unos años con ambos y el resto del equipo (Gonzalo Castillo, Roberto Oliveros, María Jesús Quintela), recordamos aquellas reuniones de los miércoles en las que se comentaban los casos clínicos de los pacientes ingresados. Era sorprendente escuchar las explicaciones fisiopatológicas que daba para interpretar los resultados de las pruebas funcionales que tan profesionalmente realizaba Alfredo Vallo. Juan nos asombraba con su interpretación de las complejidades de la función tubular, con la paradoja de que los que empezábamos no entendíamos ese nivel de complejidad, aunque nos asombraba la pasión y la ilusión que ponía en lo que decía. Siempre tenía una respuesta para todo.
A partir de mediados de los años 90 vivió con entusiasmo las aportaciones de la biología molecular, de tal modo que colaboró con varios grupos en el conocimiento de la causa íntima de muchas tubulopatías de las que antes había estudiado su fisiopatología como el síndrome de Bartter [26, 27], la acidosis tubular renal [28, 29], la hipomagnesemia familiar con hipercalciuria y nefrocalcinosis [30, 31] o el pseudohipoaldosteronismo [32, 33]. Incluso, en la Unidad de Investigación de su propio hospital propició la creación de un Laboratorio de Biología molecular junto al Dr. Luis Castaño. Fruto de esta colaboración fueron algunas publicaciones sobre tubulopatías [34, 35] y otros trastornos genéticos [36]. Son dignas de destacar las revisiones que firmó para el Pediatric Nephrology de algunas tubulopatías como la acidosis tubular y el síndrome de Bartter, donde aunaba de forma magistral la clínica y los nuevos hallazgos de la biología molecular [10, 37].
Su curiosidad inacabable fue el motor de su labor investigadora. Tenía curiosidad por todo y estaba al tanto de todos los progresos, no solo de la nefrología, sino también de la pediatría. Así, fue autor de numerosos artículos de tema exclusivamente pediátrico, en colaboración con muchos de sus colaboradores [38-41], especialmente con Pablo Sanjurjo, experto en metabolopatías [42-44].
Su obra científica ha sido ingente con más de 300 publicaciones, capítulos de libros, monografías, conferencias, etc. También lo han sido los premios y reconocimientos que recibió a nivel nacional e internacional. Junto al Dr. Ballabriga, el Dr. Rodríguez Soriano ha sido el pediatra español más aceptado internacionalmente en el último tercio del siglo pasado y reconocido como uno de los más grandes nefrólogos pediátricos de la historia. En una ocasión el Dr. Luis Hernando, patriarca de la nefrología española, dijo que Juan era “una de las personas con más talento y con más capacidad de comunicación que había conocido y el más citado internacionalmente de los nefrólogos españoles”. Para darnos cuenta de su importancia científica, en octubre de 2001, la Fundación de Ciencias de la Salud celebró la segunda edición del Homenaje a la Investigación Biomédica Española. La Fundación quiso galardonar a diez investigadores españoles afincados en España, elegidos, “mediante un riguroso proceso de bibliometría, de entre aquellos cuyos trabajos habían sido publicados en las 100 publicaciones científicas más prestigiosas en biomedicina”. En aquel acto, estaba Juan Rodríguez Soriano compartiendo su reconocimiento con personalidades de talla internacional.
Estaba en posesión de la gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad. Fue Catedrático de Pediatría de la Universidad del País Vasco y miembro de honor de la Asociación Española de Pediatría. Desempeñó durante varios años la dirección de Anales Españoles de Pediatría. Fue miembro destacado de la IPNA y la ESPN a cuyas reuniones acudió con frecuencia. Fue miembro de la Junta Directiva de la IPNA (councillor) desde 1990 a 1995 y componente del Consejo Editorial del Pediatric Nephrology en dos amplios periodos (1987-1992 y 1995-2002). Ese año de 2002 organizó en Bilbao la 36 Reunión Anual de la ESPN. Especial fue su relación con la Sociedad Latinoamericana de Nefrología Pediátrica (ALANEPE). En numerosas ocasiones viajó a muchos rincones de Latinoamérica donde mostró sus dotes de maestro extraordinario y donde su muerte ha causado un gran impacto. Se le rindió un muy merecido homenaje designando con su nombre el V Congreso de ALANEPE celebrado en Valencia, Venezuela en 1999. En esa oportunidad fue nombrado Miembro de Honor de dicha Sociedad y recibió la Orden Académica “Alejo Zuloaga”, máxima condecoración de la Universidad de Carabobo, de Valencia, Venezuela.
Tras su jubilación en 2003, siguió activo intelectualmente, y disfrutó del privilegio de ver crecer junto a él a sus dos nietos. Juan fue un médico pediatra irrepetible, sin lugar a dudas uno de los de mayor prestigio internacional. Sus discípulos le recordamos con emoción y creemos que su labor y su ejemplo le sobrevivirá. Nunca le olvidaremos.
Víctor M. García Nieto
Presidente de la Asociación Española de Nefrología Pediátrica
Referencias
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